viernes, 27 de mayo de 2011

Cuando dicen que se van, ya se han ido

Agüero ha sido pionero en utilizar las redes sociales para anunciar que pretende marcharse. La web 2.0 le ha servido para ahorrarse una rueda de prensa incómoda teniendo en cuenta que hace dos semanas anunció su continuidad. Pero no ha cogido desprevenido a casi nadie. Era un secreto a voces. Sobre todo desde que presidente y jugador firmaron la renovación del argentino hasta 2014, en un acto que vendieron desde el club a bombo y platillo. Prórroga de contrato y bajada de la cláusula. Siguiente paso, la venta. Y así va a ser.

No se puede tener en el equipo a un tipo que públicamente ha expresado su deseo de irse. De cómo gestionen esta situación desde los despachos del Calderón depende que el tema les estalle en la cara, en mayor o menor medida (porque todavía les queda el trago de hacer pública la venta de De Gea). Son culpables de la salida del Kun porque no han sabido armar un conjunto competitivo, que pueda pelear con todos y por todo. Culpables y reincidentes porque con Torres ya hicieron la misma operación. Renovación, bajada de cláusula y a poner el cazo. Para luego justificarse y tener como excusa el deseo del futbolista. Se van por pasta y por los bandazos de un club que para dar un paso adelante, pega cuatro hacia atrás.

Dicho esto, hay una diferencia respecto a la marcha de Torres. Agüero puede acabar en el Madrid. Algo que la afición colchonera nunca le perdonaría (a la directiva tampoco), porque se sentiría como un/a cornudo/a. Le convertiría en el enemigo público número uno y con razón. Kun llegó al Calderón siendo un niño. Era una promesa, que fue creciendo a más velocidad que el propio equipo y se ha convertido en una estrella en el Atlético y gracias al Atlético, porque con la albiceleste absoluta no puede decir lo mismo. En estos cinco años le ha dado tiempo a mamar el significado del escudo del oso y las rayas rojiblancas.

Sabe lo que ha sido y lo que ha significado. Cogió el testigo de Torres y fue el orgullo de la hinchada. Que se quiera ir es lícito, pero nunca al Madrid y dejando 45 kilos. Por respeto, por agradecimiento y por vergüenza.

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