miércoles, 30 de marzo de 2011

Indignos

Que los clubes de fútbol se quejen es de risa. Que hablen de derechos y de cierres patronales no es más que una desvergüenza. Son como un niñato malcriado al que se le ha consentido demasiado, durante demasiado tiempo. Llega un momento que se te escapa de las manos, pero no puedes ceder a sus chantajes. Amenazaban con no jugar el fin de semana. Señores, como si suspenden el campeonato.
Lo que no acabo de entender es la medida de presión. Suficientes problemas hay ya en el país como para preocuparse de sí quieren jugar a la pelotita o no. Sinceramente, no creo que nadie en su sano juicio le importe lo más mínimo que no se hubiera disputado la jornada liguera. Ellos son los primeros que saldrían perdiendo, porque la competición no finalizaría hasta mediados de junio.
La Liga de Fútbol Profesional siempre ha sido un estamento extraño. Oscuro, poco transparente y con un único fin... trincar, siempre trincar. Pero no deja de resultar sorprendente que exijan y se llenen de razón para quitar el partido en abierto de los sábados, y que se convierta en una nueva inyección económica de los contratos televisivos y pretendan echar un pulso al Gobierno, cuando deben a la Hacienda Pública casi 700 millones de euros.
 Son aves de rapiña que no saben de dónde sacar para tapar los agujeros que han dejado décadas de mala gestión, en los que todos han vivido por encima de sus posibilidades y en las que se les ha permitido endeudarse más allá de los permisible. Que se dediquen a optimizar sus recursos y se dejen de marear a los jueces. 

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